La década de 1990 llegó con el colapso y disolución de la Unión Soviética, y con ello, la desaparición del bloque socialista.
La economía soviética se basaba en la movilización, la producción, la acumulación y la expansión. Es por ello que todo estaba en manos del Estado y los ciudadanos estaban obligados a cumplir mediante llamamientos patrióticos, miedo y recompensas, respaldado por la policía secreta.
Dicha economía era una de las dos principales productoras de armamento del mundo, junto a la Alemania de Hitler. Sin embargo, no alcanzaba a las economías de mercado innovadoras, con una industria obsoleta y poco competitiva, y su crecimiento se fue deteriorando tras la Segunda Guerra Mundial, quedando cada vez más detrás de la prosperidad y productividad de Estados Unidos. Junto a esto, en economía internacional, dependía del mercado del petróleo, donde los precios colapsaron.
Es por ello que el gobierno de Gorbachev, último líder soviético, intentó superar estas limitaciones elevando la productividad a través de la descentralización y la mejora de incentivos, pero seguían manteniendo la propiedad estatal y el monopolio del partido en el poder. Estas reformas no contentaron a casi nadie y fracasaron.
La Unión Soviética no colapsó sólo por causas económicas, la política fue decisiva. Gorbachov, fue influenciado por ideas democráticas, por lo que dejó de querer gobernar por miedo. Es por esto que la gente dejó de tener miedo y la Unión Soviética se vino abajo. Adicionalmente, en las elecciones de 1989, hubo un triunfo nacionalista y en 1991 se dio un golpe de Estado por parte de las fuerzas conservadoras, oposición a Gorbachev.
Es imposible que sobreviva en la actualidad una economía como era la de la Unión Soviética, creada para un mundo de producción y ejércitos masivos.
Comentarios
Publicar un comentario