La hiperinflación de la economía alemana tras la Primera Guerra Mundial, causada principalmente por las altas indemnizaciones y los límites en la producción que le impusieron las potencias vencedoras como castigo en el Tratado de Versalles, provocaron una grave situación en la economía alemana. Sin embargo, aunque esto se llegó a solucionar, marcó definitivamente a los ciudadanos, fue la recesión de los años 30 y la posterior política de austeridad del gobierno la que hundió de nuevo la economía.
La mala situación del desempleo y de la producción causada por la Gran Depresión, junto a la hiperinflación, grabada en la mente de los ciudadanos como un evento traumático, fueron una herramienta clave utilizada por Hitler para conseguir votos, especialmente por parte de la clase media, con lo que alcanzaría el poder.
En 1933, el partido nazi consiguió la mayoría en las elecciones, obteniendo así el control del Reichstag.
Hitler acabó con el desempleo y levantó la economía alemana: consiguió aumentar el PIB en un 50% y reducir el desempleo en más de un 30%, pasando de 6 millones de desempleados en 1932 a menos de 800.000 en 1936. Esto fue muy aclamado por una sociedad cansada de la inestabilidad económica.
En esto tuvo un papel muy importante el antiguo presidente del Reichbank, Hjalmar Schacht, el cual llevó a cabo todos los planes económicos de Hitler. Rompió con el Tratado de Versalles, no solo se dejó de pagar las reparaciones de Guerra, si no que se continuó con la creación y desarrollo de la industria militar.
Estas medidas para la recuperación de la economía aumentaron la buena fama de Hitler, lo que le permitió mantenerse en el poder, pero tras esto se escondía el antisemitismo, robo y extorsión.
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